A Rex le fascina oler. Creo que es su sentido más desarrollado. Cada mañana Rex con su trufa, olfatea árboles, farolas, bancos, papeleras, para averiguar las actividades de la población canina del barrio. Oliendo Rex se pone al día de las novedades, de quién está en celo, quién no se encuentra bien. Él por su parte también va dejando sus señales compartiendo su estado. Un lenguaje, un mundo de olores que los humanos estamos muy lejos de comprender.
Los olores preferidos por Rex, no son precisamente los míos. En ocasiones, cuando me cuesta tirar de él para sacarlo de determinados olores, es como si sintiera la misma fascinación que yo pudiera sentir al oler mi perfume francés favorito y me recreara reviviendo los inolvidables momentos asociados a ese perfume.
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