Solo tú como nadie sabes respetar mis silencios. Sin estridencias, sin tratar de interpretarlos, sin buscarles explicaciones. Observando los silencios de mis rutinas diarias. Reservo mi voz para cosas importantes y para hablar contigo, hermano perro, con quien comparto mis silencios.
Silencios que nos hacen disfrutar de las pequeñas cosas, de la quietud, del equilibrio de la naturaleza, de los paseos. Rodeados de un mundo de ruidos donde la gente ha perdido la noción de lo que son ellos mismos.
Recorriendo junto a tí, un pasillo sin fin, repleto de fantasmas (fantasmones reales de carne y hueso y espectros de mi inconsciente más ó menos consciente). Entes que no saben ni quienes son , pero que se atribuyen poderes para interpretar mis silencios, a los cuales respondo con más silencios. El silencio es lo más eficaz para eliminar ectoplasmas.
Pero tú, hermano perro, sí sabes apreciar mis silencios.
Y sabes en que momento acercar tu húmeda trufa y ahuecar mis manos alrededor de tu hocico.
Y ahora querido lector, si te apetece, escríbeme pero guardando silencio.