Al igual que el protagonista de la novela de Sherwood Anderson, de vez en cuando me adentro en un pueblo aprendiz de ciudad, donde viven personajes tristes y aislados. Perdedores con una existencia gris que tiznan hasta el más verde de los paisajes.
Por eso cuando voy a Winesburg, me gusta que me acompañes. Hay ocasiones en las que te agradezco que me guardes la espalda.