Desde la tranquilidad de la noche, tecleando ante el ordenador y lanzando mensajes desde este blog. Mensajes que van a la deriva por el ciberespacio, donde quizás algún día, querido desconocido, los leas.
Ahora, por ejemplo, imagino estar en una playa desierta, lanzo la botella al mar, esperando que alguien la encuentre. Es de noche. El reflejo de la luna, el sonido de las olas, la brisa sobre mi rostro relajado y sobre mis brazos desnudos. Extiendo mis brazos. Me veo a mi mismo desde fuera. Me gusto. Mis músculos se relajan, mi boca se abre y respira, los pulmones se ensanchan a fondo para después expulsar el aire lenta y acompasadamente. Soy consciente de que me tengo a mí mismo, que mi cuerpo me soporta y transporta y merece que le regale caprichos. No caros, más bien la luna, la libertad y pequeñas flores azules.
En ese instante de elevación, me parece distinguir un punto que se desplaza nadando, desde la línea del horizonte del mar, hacia la playa. Se distingue las ondas en el agua, gracias al reflejo plateado de la Luna. El punto se acerca, se va agrandando, se empieza a distinguir la forma. Es un perro, un schnauzer. Cuando llega a la orilla, se sacude el agua y se sienta ante mi rostro perplejo. Lleva una botella atada al cuello. Dentro de la botella hay un mensaje. Lo abro y comienza así: Soy Desolé y escribo este mensaje por si algún dia alguien lo encuentra... Estrujo el mensaje, me lo guardo en un bolsillo y me intento concentrar de nuevo, cuando por el rabillo del ojo veo al schnauzer levantado sobre sus patas traseras, extendiendo los brazos y respirando acompasadamente. Creo que también se gusta a sí mismo.
Pienso que no importa quien lea mi mensaje de la botella.
Nadie aprecia tanto lo especial que es tu conversación como lo hace tu perro. Christopher Morley.
miércoles, 29 de octubre de 2008
domingo, 19 de octubre de 2008
Una tarde de otoño de 1.964
Nací una tarde de otoño de 1.964, es decir, en el siglo pasado. Cuando un resfriado se podía complicar y enviarte al otro barrio. Cuando las urgencias médicas consistían en que tus padres te llevaran a la fría consulta de un supuesto médico especialista endiosado, al que se le obsequiaba con un bonito detalle por Navidad. Cuando los profesores eran respetados y cuando la televisión era en blanco y negro.
Recuerdos de recortables, de paseos por la escollera del puerto a hombros de papá, de muchas historias reales en blanco y negro. Protagonistas como Popeye ó Phillip Marlowe, que tenía el aspecto de Humprhey Bogart con gabardina.
Años por delante de esfuerzo y sacrificio, porque sabes que nadie te va a regalar nada y te han preparado para ello.
Carga genética de sangre manchega, con el sentido trágico de la vida y un humor especial.
Recuerdos de recortables, de paseos por la escollera del puerto a hombros de papá, de muchas historias reales en blanco y negro. Protagonistas como Popeye ó Phillip Marlowe, que tenía el aspecto de Humprhey Bogart con gabardina.
Años por delante de esfuerzo y sacrificio, porque sabes que nadie te va a regalar nada y te han preparado para ello.
Carga genética de sangre manchega, con el sentido trágico de la vida y un humor especial.
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