Nadie aprecia tanto lo especial que es tu conversación como lo hace tu perro. Christopher Morley.
jueves, 29 de enero de 2009
Sobre la humanidad de los humanos
Paseando con Rex en una Gran Vía cualquiera de una ciudad cualquiera, nos detuvimos en un semáforo. La policía daba paso a los vehículos de ambas direcciones impidiéndonos cruzar, para desatascar un gran embotellamiento de tráfico. El motivo de esta situación se observaba en la calzada de enfrente. El cadáver de un hombre yacía cubierto por una sábana. Cercano a él se observaba el autobús. Era evidente que el peatón había sido arrollado y por el estado del cuerpo con su pierna girada sobresaliendo bajo la sábana, el impacto debió ser brutal. La gente comenzaba a aglomerarse en el cruce algunos con curiosidad y otros con impaciencia. Rex se sentó con su cuerpo tocando mi pierna. La señora que estaba a nuestro lado comenzó a protestar en voz alta. -No hay derecho a que nos tengan aquí parados, esto es un desastre- gritaba la señora. Yo no suelo entrar al trapo, pero la situación me pareció tan kafkiana que le contesté. -¿Pero no ve que hay un cadáver?- a lo que ella, con cara de indignación dijo -Sí, pero está al otro lado. No dije más, no merecía la pena. Cercana a nosotros, estaba una joven veinte añera que decía en voz alta como para sí misma -¡Qué horror! ¡Es horrible! Yo que siempre cruzo sin semáforo por aquí. Esto es una señal del destino para que ya no vuelva a hacerlo. No cruzaré mal nunca más.- Me quedé estupefacto. Osea que para esta jovencita el autobús ha reventado a un señor, para avisarla de que no cruce por ahí. Miré a Rex. Estaba sentado con solemnidad. Yo creo que olía la tragedia de la muerte inesperada de aquel transeúnte anónimo. Mirando a la muchedumbre cada vez más agolpada y curiosa, no dudé en que Rex era el más humano de todos ellos. Al fin nos dieron paso y empezamos a alejarnos de la muerte. Gran parte de la mal llamada humanidad se quedó contemplando como la policía levantaba el atestado.
martes, 13 de enero de 2009
Rex, mi perro único
Todos conocemos las connotaciones que tiene ser hijo único. Yo lo he sido. Ahora, Rex es perro único.
El sábado por la noche, justo antes del paseo nocturno, comenzaste a cojear. El domingo caminabas a tres patas, con la cuarta, la pata trasera izquierda sin apoyar. Nos preocupamos. Toda la familia de forma espontánea nos abrazamos a tí, que estabas plantado en medio de la cocina con cara de no saber que pasaba con tu pata encogida. Te acariciamos y te dijimos que perteneces a nuestra manada, que estamos orgullosos de ti y que no debes preocuparte por nada, porque la manada está para apoyar y ayudar al miembro más vulnerable en cada momento.
Pero que duro eres, con tus tres patas y saltando, te posicionas en la puerta de casa y continuas con tu misión de centinela cuidando de los tuyos. Solo te faltaba decir ¡¡¡Esto es Esparta!!!
El lunes al veterinario. Nos dice que lo más probable es que sea algo sin importancia, pero que siempre puede ser otra cosa, que mejor no mencionar (sin comentarios).
Comienzas el tratamiento y en unas horas estas como siempre, con tu vitalidad y alegría. Aunque tenemos que observarte y volver al veterinario tras unos días de tratamiento. Eres "duro de pelar" como corresponde a un schnauzer.
Por eso, ahora que te he visto vulnerable desde hace mucho tiempo, me sale mi vena tierna y siento más que nunca que tú, Rex, eres mi perro único.
jueves, 8 de enero de 2009
Calor parisino bajo cero
Paseando con mi familia a tres grados bajo cero, me topé con este chaval. El perro me llamó la atención. Pese al frío, parecía sentirse el perro más felíz del mundo.
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