sábado, 13 de septiembre de 2008

El dia empieza con un buen salto

Mi habitación está en un extremo del pasillo. El comedor, donde tu duermes, está justo en el otro extremo. Las puertas están abiertas. Me gusta mirarte desde mi cama, mientras disfruto del adormecimiento de la noche tras la batalla diaria. Siento tu protección insobornable. Tu fidelidad. La tranquilidad y el descanso. Un buen sueño quizá.

Me gusta la disciplina. Tu lo sabes. Cada uno en su sitio y las caricias dosificadas. Aquí no se sube. Aquí no se ladra. Sit, platz y stay ó como se escriban y pocas palabras. Las necesarias.

Pero con el nuevo día, por un instante se rompen las normas y te lanzas en vertiginosa carrera desde el comedor y cual atleta en salto de longitud te avalanzas sobre mi cama, cayendo por lo general a mi lado. Es el ritual del despertar. El dar gracias por tener otro dia para compartir. Para vivir. Con tu salto sobre mi cama la vida continua y los problemas de los humanos se relativizan.

Cuando en ocasiones, me levanto de madrugada, te miro tumbado en el comedor y no estoy tranquilo hasta que te despiertas y vienes a mi lado.

Por eso digo que un buen despertar comienza con un buen salto. Eso sí, menos mal que duermo de lado.

lunes, 1 de septiembre de 2008

¿Yo?

Estoy tumbado en el gran sillón de la casa. Él acaba de entrar por la puerta del comedor y no da crédito a lo que ve. No me gusta el sillón, mejor dicho su sillón. Prefiero el suelo, pero no puedo desaprovechar una ocasión para fastidiarle. Sobretodo cuando está a punto de comenzar el partido de la Champions y yo no quiero perderme el documental de la BBC sobre los orígenes de la relación entre el perro y el hombre. Ya lo he visto decenas de veces.
Esta vez, además, él viene bolinga. Como cada vez que me saca a pasear, o mejor dicho, cree que me saca a pasear y le doy una vuelta por los bares de las esquinas. Se toma un pelotazo tras otro mientras le espero en alguno de los bancos. Tan cierto como la relación hombre-perro ó perro-hombre en París.
Pero disculpadme, ahora viene la parte que más me gusta del documental. Un grupo de lobos merodean a dos hombres vestidos de cavernícolas, que se están asando un filete de brontosaurio. Menudos imbéciles. ¿Pero de verdad se han creído que los lobos los necesitaban para comer? ¿Creen que los lobos prefieren la carne a la parrilla?

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