martes, 13 de enero de 2009

Rex, mi perro único

Todos conocemos las connotaciones que tiene ser hijo único. Yo lo he sido. Ahora, Rex es perro único.
El sábado por la noche, justo antes del paseo nocturno, comenzaste a cojear. El domingo caminabas a tres patas, con la cuarta, la pata trasera izquierda sin apoyar. Nos preocupamos. Toda la familia de forma espontánea nos abrazamos a tí, que estabas plantado en medio de la cocina con cara de no saber que pasaba con tu pata encogida. Te acariciamos y te dijimos que perteneces a nuestra manada, que estamos orgullosos de ti y que no debes preocuparte por nada, porque la manada está para apoyar y ayudar al miembro más vulnerable en cada momento.
Pero que duro eres, con tus tres patas y saltando, te posicionas en la puerta de casa y continuas con tu misión de centinela cuidando de los tuyos. Solo te faltaba decir ¡¡¡Esto es Esparta!!!
El lunes al veterinario. Nos dice que lo más probable es que sea algo sin importancia, pero que siempre puede ser otra cosa, que mejor no mencionar (sin comentarios).
Comienzas el tratamiento y en unas horas estas como siempre, con tu vitalidad y alegría. Aunque tenemos que observarte y volver al veterinario tras unos días de tratamiento. Eres "duro de pelar" como corresponde a un schnauzer.
Por eso, ahora que te he visto vulnerable desde hace mucho tiempo, me sale mi vena tierna y siento más que nunca que tú, Rex, eres mi perro único.

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